
Siempre que vuelo hacia algún lugar, se me alborotan sensaciones un poco contradictorias. Siento miedo cuando pienso en la posibilidad de que pase algo malo, que el avión se parta en dos y salgamos todos succionados por la presión al espacio exterior, pero en cuanto dejo de pensar en tonterías y malos agüeros, me gusta dejarme llevar por la sensación de volar, sentir como se eleva el avión, pasar entre las nubes, cruzar el cielo y descubrir con la nariz pegada a la ventanilla nuevas visiones y paisajes.*m